Jessica Dishon tenía solamente 17 años cuando desapareció misteriosamente de su casa. Sus padres realizaron la denuncia a tiempo, pero la policía no activó una búsqueda ni un seguimiento debido. Diecisiete días después encontraron mutilado el cuerpo de la joven a 10 kilómetros de su hogar.
El viernes 10 de septiembre del año 1999, Jessica Dishon (17) no llegó a clases. Esa mañana sus padres, Edna Jett y Mike Dishon ya se habían ido a trabajar. Y sus dos hermanos menores, Cristopher y Michael, se fueron minutos después de ellos a su colegio.
Jessica ya tenía licencia de conducir y con el dinero que había ahorrado en su trabajo Part Time durante dos años en el restaurant local «Hardee’s», se había comprado su propio auto, un Pontiac Sunfire rojo. Por eso se iba sola a la escuela.
Esa mañana
La casa de los Dishon estaba ubicada en Shepherdsville, Kentucky, Estados Unidos. Era una zona rural, con casas alejadas, una de otras entre bosques y ríos.
Edna volvió a casa y notó que el auto rojo de su hija Jessica seguía estacionado. Al no encontrar a Jessica en casa, llamó a su esposo Mike para preguntar si la había llevado al colegio, pero no era así. Al acercarse al auto, vio que la puerta del conductor estaba entreabierta y encontró el celular de Jessica en el asiento, con un número comenzado en 91.
También halló un zapato de su hija, sus llaves, billetera, libros y ropa de trabajo en el vehículo. Edna dedujo que Jessica había intentado llamar al 911 y que no se había ido caminando, lo que la llevó a pensar lo peor.
Según el reportaje de Infobae, Edna comenzó a llamar a diferentes lugares: al colegio, donde confirmaron que Jessica no había asistido, y a amigos, quienes tampoco sabían nada. Poco después, la mejor amiga de Jessica del trabajo informó que no se había presentado a su turno.
Mike y Edna, alarmados, contactaron a la oficina del sheriff del condado de Bullitt. El comisario intentó calmarlos, afirmando que las fugas de hogar son comunes entre adolescentes.
Sin embargo, ellos insistieron en que Jessica podría estar en peligro, pero no recibieron la atención necesaria, ya que el sheriff consideró que estaban exagerando y les dijo que debían esperar a que ella volviera.
Jessica, nacida el 2 de mayo de 1982, era una estudiante del último año de secundaria en Bullitt Central, trabajadora, con un novio reciente y llena de amigos. Tenía planes de estudiar contabilidad y disfrutaba cocinar para su familia.
Su desaparición y la escena en el auto resultaron extrañas para sus padres, quienes, ante la negativa inicial de la policía a abrir una investigación, decidieron buscarla por su cuenta.
Al día siguiente, la policía accedió a revisar su casa, pero actuó de manera poco profesional, contaminando la escena. Después de dos días sin avances en la búsqueda, los padres, horrorizados por la falta de acción policial, buscaron apoyo en la prensa local y comenzaron a distribuir volantes con la imagen de Jessica.
Junto a familiares y amigos, revisaron una zona peligrosa cerca del río, pero no encontraron ninguna pista.
El extraño vecino David Brooks
En la tercera mañana de la desaparición de Jessica, su hermano escuchó gritos que parecían de ella. Su padre salió con su escopeta y notó que su vecino, David Brooks, estaba quemando algo en su propiedad. Al pedir permiso para investigar, David se negó y mostró un comportamiento extraño desde la desaparición de Jessica.
Sospechando de él, Mike y Edna informaron a la policía, quienes accedieron a usar perros rastreadores. Los perros guiaron a los agentes hasta la fogata de David, donde encontraron guantes asociados a materia orgánica, pero no pruebas suficientes para vincularlo con Jessica.
Desilusionado con la policía local, Mike contactó al FBI, quienes comenzaron una investigación formal, destacando la falta de una sábana y una funda de almohada de la cama de Jessica. Se levantaron huellas dactilares y se revisó la casa de David, así como la de su hermano Joseph, pero no se halló ninguna evidencia. La búsqueda continuó por tierra y aire, sin resultados.
La terrible noticia
Diecisiete días después de la desaparición de Jessica, el 27 de septiembre de 1999, la conductora de un autobús, Karen Hobbs, encontró un cuerpo al costado de la carretera. El FBI confirmó que era el cuerpo de una mujer joven, sin pies y con las piernas atadas, lo que sugería abuso sexual. Edna identificó a Jessica por un tatuaje de mariposa.
Los forenses determinaron que Jessica había sido estrangulada y torturada durante tres días. Mike y Edna quedaron devastados, sintiendo que la policía había fallado en su búsqueda.
El FBI interrogó a David Brooks, quien cambió su versión varias veces. Su esposa contradijo su coartada y se encontró una cuerda en su auto similar a la usada en el crimen. Aunque no había pruebas de ADN, fue arrestado. Sin embargo, errores en la recolección de pruebas llevaron a que el juicio en 2003 fuera declarado nulo y Brooks fuera liberado en 2005.
El caso se enfrió, y Brooks, tras ser exonerado, ganó notoriedad por rescatar a niños de un incendio. Edna y Mike perdieron la fe en las autoridades, quedando destruidos y frustrados.
El sospechoso exonerado murió muchos años después, en junio de 2021, de un infarto.
Confesiones
En 2013, la detective Lynn Hunt reabrió el caso de Jessica Dishon, encontrando errores graves en la investigación previa. Al revisar la evidencia, notó que David Brooks, tenía un coeficiente intelectual muy bajo (IQ de 61), lo que la llevó a cuestionar la validez de su confesión.
Durante la investigación, un recluso se contactó con la detective y reveló que su amigo, Stanley Dishon, tío de Jessica, había confesado haberla asesinado y abusado desde los 12 años. Lynn descubrió que en 2002, otro prisionero había hecho la misma acusación contra Stanley, pero la policía no había prestado atención a su carta.
Esto la llevó a considerar a Stanley como un sospechoso clave en el caso.
Stanley Dishon, tío de Jessica, había vivido con su familia desde 1989 hasta 1996 y fue encarcelado por abuso sexual de menores. La detective Lynn Hunt descubrió que Stanley había abusado de Jessica desde los 12 años.
El 10 de septiembre de 1999, tras una confrontación en la que Jessica amenazó con denunciarlo, Stanley la atacó, la llevó a un granero abandonado, la abusó y la estranguló, tratando de ocultar el crimen.
Catorce años después, Hunt investigó el terreno y, junto a un hermano de Jessica, encontró una sábana y una funda de almohada que coincidían con las de la víctima. Esto confirmó que Jessica había sido abusada y torturada en ese granero, evidenciando la negligencia de la policía en la investigación inicial.
El tío abusador
La detective Lynn Hunt investigó el pasado de Stanley Dishon y descubrió que había abusado de varias menores, incluyendo a una familiar. Tras sus hallazgos, Stanley fue interrogado, arrestado y llevado a juicio por el asesinato y violación de su sobrina Jessica.
La familia se dividió en creencias sobre su culpabilidad. Mike, el padre de Jessica, recordó comportamientos extraños de Stanley durante la búsqueda de su hija, lo que aumentó sus sospechas.
En 2015, Stanley aceptó un acuerdo de culpabilidad, recibiendo 20 años de prisión con posibilidad de libertad condicional tras cumplir 16 años de cárcel por haber ayudado en la investigación. Stanley saldría el 2031 con 72 años de edad.
Aunque los padres de Jessica creen firmemente que él es el asesino, sostienen que podría haber más personas involucradas en el crimen, ya que mover el cuerpo requeriría al menos a dos personas. Edna, la madre, también comparte esta preocupación.
Al día de hoy los padres de Jessica Dishon están separados.
Hipótesis difíciles de comprobar sobre el caso
Quedan muchas dudas sobre la implicación de Stanley Dishon en el crimen de Jessica. Se cuestiona si pudo haber pedido ayuda a David Brooks, quien, debido a su bajo coeficiente intelectual, podría haber quemado prendas de Jessica sin entender su gravedad.
También se plantea si los gritos que escuchó Christopher Dishon podrían haber sido de Jessica, en caso de que estuviera encerrada en el maletero del auto de Stanley.
David Brooks murió antes de que Stanley fuera arrestado, y este último no parece dispuesto a confesar su crimen. La resolución del caso se debió a la vanidad perversa de Stanley, que habló en la cárcel, revelando detalles que llevaron a abrir nuevamente la investigación.
Esto resalta la inquietante realidad de que el mal puede acechar incluso en lugares seguros, como en tu propio hogar e incluso en momentos cotidianos.