En los últimos días, el llamado «caso monjas» se robó todas las miradas, luego de que el hallazgo de un cuerpo a la luz del día en Ñuñoa tuviera un inesperado giro, involucrando a dos mujeres que habrían hecho un llamativo «pacto».
Aunque en un inicio se informó que se trataba de «religiosas», al poco tiempo se descubrió que el Arzobispado no las tenía en sus registros, a pesar de que se hacían llamar «laicas consagradas». Es más, de acuerdo a las últimas informaciones, la fallecida y la otra mujer mantenían una relación sentimental.
Es en este contexto que, se cree que Erica Fernández Mora, de 59 años, falleció a causa de un cáncer no tratado, mientras que Lorenza Ramírez, de 80 años, siguiendo la promesa que se hicieron, no le contó a nadie de su muerte, guardó el cadáver en una maleta y lo dejó en una bodega de su casa por cerca de siete meses, hasta que su hija volvió desde Italia.
La mentira a la familia de «monja» fallecida
Y ahora es que se conocen nuevos detalles de lo que ocurrió en el tiempo que el cuerpo se mantuvo escondido. Pues en conversación con LUN, el subprefecto Juan Luis Fonseca, jefe de la Brigada de Homicidios Metropolitana, reveló que se contactaron con un hermano de la «monja», quien afirmó que intentó contactarla y terminó hablando con Lorenza.
«Contó que hace seis meses la llamó por teléfono y que Lorenza le respondió que se había ido a Italia al convento donde está su hija», comenzó señalando. Lo que, al sacar cálculos, da a entender que el cadáver de Fernández ya estaba dentro de la maleta al momento de la llamada, o se encontraba en sus últimos días.
De todas formas, el subprefecto cree que la respuesta de la mujer de 80 años se podría deber al deterioro de su salud mental. «Eso nos llamó la atención, ya que Lorenza actúa con bastante lucidez en algunos momentos. Puede ser que su demencia senil haya avanzado con rapidez».