El «burnout» o «síndrome del trabajador quemado», es un trastorno que se produce como resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo. Así lo define la Organización Mundial de la Salud (OMS), que puntualiza que «se refiere específicamente a los fenómenos en el contexto laboral y no debe aplicarse para describir experiencias en otras áreas de la vida».
En este sentido, la OMS describe tres síntomas reconocibles asociados a este síndrome que afecta a millones de empelados en el mundo: agotamiento o falta de energía, «distanciamiento mental» del puesto de trabajo y disminución de la eficacia laboral.
El estrés laboral está considerado el segundo problema de salud laboral más frecuente de Europa. Su magnitud es tal que se le atribuyen entre el 50% y el 60% de los días que se pierden en el trabajo, aunque normalmente no surge por sí solo, sino que se relaciona con la precariedad (72%), la excesiva carga de trabajo (66%) o el acoso laboral (59%). Eurostat señala, también, que durante un periodo de nueve años el 28% de los trabajadores europeos se ha sentido expuesto a riesgos psicosociales que afectan a su bienestar mental.
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El «burnout» como enfermedad
Con todos estos antecedentes, la OMS decidió reconocer el «burnout» en su próxima clasificación de enfermedades, luego de la más reciente asamblea realizada por expertos de la salud. Ya estaba incluido en el catálogo de 1990, que recoge más de 55.000 trastornos y causas de muerte, pero hasta ahora correspondía a una categoría más genérica que hacía referencia a «problemas relacionados con dificultad en el control de la vida».
El «burnout» fue dividivo en tres dimensiones por las psicólogas Christina Maslach y Susan Jackson: la del agotamiento emocional; la despersonalización, término que hace referencia a la actitud de forma negativa hacia las personas del entorno laboral, lo que favorece el desgaste del ambiente en el trabajo; y la baja realización personal, una especie de círculo vicioso del que participan la frustración, el bajo rendimiento laboral, el estrés en el trabajo, el desgaste profesional y la ausencia de expectativas a futuro, recoge El Confidencial.
Para identificar si una persona sufre o no este trastorno, existe un test específico: el cuestionario Maslach Burnout Inventor, que mide la severidad del desgaste profesional con el objetivo de frenarlo a tiempo. Basado en las tres escalas descritas por Maslach y Jackson, indica una mayor o menor gravedad en función de si el afectado da positivo en alguna de ellas, pero no en todas a la vez.
Para llevar a cabo el test, al trabajador se le hacen preguntas sobre sus hábitos y su ambiente laboral, puntuándolas con rangos del cero al seis según la frecuencia con que vive cada una de las situaciones.