Mitos sobre lo que afecta el sabor del vino existen muchos. La forma en que se fermenta, las botellas, la manera en que se almacena y hasta como se sirve. Sin embargo, hay una menos conocida y que tiene que ver con el diseño de las copas.
El escritor Mark Wilson era escéptico sobre esto hasta que conoció a Maximilian Riedel, presidente de una empresa que ha fabricado copas de vino durante once generaciones. Él pasó una hora con Riedel, cuya empresa fabrica copas específicas para las diferentes variedades de vino, y al terminar la hora, se había convertido en creyente.
De acuerdo con Wilson, todo depende de la forma de las copas, ya que volumen, el diámetro de arriba y el arco de la copa pueden alterar el sabor, porque todas estas variables controlan cómo y dónde cae el vino en tu lengua, lo que también pude afectar el sabor.
«Tomo un poco de vino. Cuando llega a mi boca, saboreo un cabernet perfectamente equilibrado que sabe a levadura, fruta y piedra. Luego bebo de otra copa. Este vino llega al punto de mi lengua inmediatamente. Sabe a puro alcohol, y pocos segundos después, me llega un sabor húmedo y amargo. Este vino claramente está pasado; debería tirar la botella», documentó el escritor.
«Ambas copas tenían el mismo cabernet BV de 2014. Además, ambas copas son lo que la mayoría de nosotros consideraríamos una «copa para vino tinto». Pero la primera copa fue diseñada para reducir los sabores prominentes de fruta y alcohol. La segunda copa fue creada para concentrar el sabor de la fruta y atenuar la acidez de otro tipo de vino: pinot noir. Acabo de darme cuenta del peligro de beber un buen vino de una copa diseñada para otro tipo de vino», reflexionó.
¡Mish!